Una noche más de crecimiento espiritual en la Sede Nacional de Argentina, donde seguimos profundizando nuestra confianza y compromiso con Dios.
El mal debe ser reprendido, dominado y expulsado. Siempre va a venir, pero no podemos permitir que nos gobierne.
Dios no se conmueve por sentimentalismos ni caras tristes. Eso solo nos debilita y nos hace más vulnerables ante los enemigos.
No temerás el terror de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la pestilencia que anda en tinieblas, ni la destrucción que hace estragos en medio del día. Salmos 91:5-6
Estamos en una guerra espiritual, donde Satanás tiene como objetivo robar, matar y destruir. Pero si seguimos a Dios y somos Ciudadanos de Su Reino, venceremos todo.
Porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para Él. Y Él es antes de todas las cosas, y en Él todas las cosas permanecen. Colosenses 1:16-17
Dios creó todo lo que conocemos, y por eso merece recibir toda honra y toda gloria.
Dios no quiere que trabajemos y estudiemos solo para, al final, perderlo todo. Él desea que disfrutemos de lo que hacemos, pero para eso, debemos ponerlo en primer lugar.
La persona que decide agradar a Dios inevitablemente desagrada a los ciudadanos de este mundo, que solo valoran el estatus social y el “ahora”.
El Ciudadano del Reino de Dios realiza tres acciones que provocan tres reacciones de parte de Él: abrir, derramar y reprender.
Traed todo el diezmo al alfolí, para que haya alimento en mi casa; y ponedme ahora a prueba en esto —dice el Señor de los ejércitos— si no os abriré las ventanas del cielo, y derramaré para vosotros bendición hasta que sobreabunde. Por vosotros reprenderé al devorador, para que no os destruya los frutos del suelo; ni vuestra vid en el campo será estéril —dice el Señor de los ejércitos. Malaquías 3:10-11
Cuando abrimos nuestra mente y corazón y reconocemos nuestro verdadero estado espiritual, admitiendo nuestros pecados, Dios abre las ventanas del Cielo y derrama sabiduría, paz y discernimiento.
Cuando derramamos nuestros planes, proyectos y alma a los pies de Jesús, Él derrama bendiciones hasta que sobreabunden.
Si elegimos reprender el mal y vivimos como ciudadanos del Reino de Dios, Él reprenderá al devorador: viviremos en liberación y superación permanente.
Los escribas y los principales sacerdotes procuraron echarle mano en aquella misma hora, pero temieron al pueblo; porque comprendieron que contra ellos había dicho esta parábola. Y acechándole, enviaron espías que fingieran ser justos, para sorprenderle en alguna declaración a fin de entregarle al poder y autoridad del gobernador. Y le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que hablas y enseñas rectamente, y no te guías por las apariencias, sino que enseñas con verdad el camino de Dios. ¿Nos es lícito pagar impuesto al César, o no? Pero Él, percibiendo su astucia, les dijo: Mostradme un denario. ¿De quién es la imagen y la inscripción que lleva? Y ellos le dijeron: Del César. Entonces Él les dijo: Pues dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Y no podían sorprenderle en palabra alguna delante del pueblo; y maravillados de su respuesta, callaron. Lucas 20:19-26
El Ciudadano del Reino de Dios es superior, porque no depende de nadie.
El mal siempre finge. Quien no es Ciudadano del Reino, vive fingiendo algo que no es para agradar a los demás.
Cuando Dios nos invita a abrir, derramar y reprender, es porque sabe que en este mundo físico, si no lo hacemos, no lograremos nada.