Lamentablemente, hay algo que está muy presente en las noticias actuales: la corrupción. Al parecer, nunca hubo una necesidad tan grande por verdaderos líderes. Pero ¿eso solo afecta a los acusados destacados, entre políticos y empresarios involucrados en fraudes? No. Es un peligro real que, si no tenemos cuidado, afecta a cualquier persona.
Por supuesto que herir la ética no es un fenómeno exclusivamente masculino. Sin embargo, hay tentaciones y errores del lado de los hombres que pueden desviarlos del rumbo si ellos no se apegan a la verdad.
De ahí viene la caída en todos los sentidos. Caer en el atractivo de una mujer fuera del matrimonio ya destruyó a muchas familias. Aquella propina (pagada o recibida) que parece facilitar ciertas transacciones y procedimientos en la empresa, al fin y al cabo, no es más que una gran trampa -mire los titulares de los que hablamos, que no nos dejan mentir.
Otra trampa es la de las adicciones, que generalmente vienen disfrazadas de diversión entre “amigos”. “Esta línea de cocaína te va a animar” o “Aspirar un poco de este humo no te va a hacer mal, amigo”, son ofertas tan comunes como la provocación “ah, si no bebes… no eres hombre”. Y termina con una vida corrompida, arruinada, confusa, cuyo fin puede ser trágico.
Por eso, si algún desafortunado cuestiona su masculinidad si usted no traiciona a su pareja, no tiene sexo sin compromiso, no fuma, no bebe o evita cualquier droga, piense bien: ¿no hay que ser bien hombre para ser más fuerte que esas porquerías que no le trajeron ningún beneficio a nadie?
De esa misma manera, no se deje influenciar por las críticas por no elegir el camino que parece más fácil, como aquella “propina” para el agente de tránsito deshonesto. Siempre habrá un desafortunado para llamarlo “sin ambición” o “señor correcto”. Solo porque él no tuvo fuerza para ser correcto, tampoco quiere que usted lo sea.
No es cuestión de ser mejor o peor que los otros, sino mejor de lo que usted mismo puede ser. Hace pocos años hubo una investigación hecha por la Universidad de Bonn, en Estados Unidos, cuyos resultados mostraban que la testosterona influía en la honestidad. Cuanto más de esa hormona masculina, más correcto es el muchacho.
Por supuesto que hubo polémicas – porque las mujeres, aunque tienen infinitamente menos testosterona que nosotros (sí, 20 veces menos, pero tienen), también pueden ser bastantes honestas. Es cuestión de carácter, no de género. Y el carácter lo forma usted, lo ejercita y lo mantiene. Depende de la voluntad, de la actitud. Pero el objetivo de los investigadores era otro: probar que la hormona no es la responsable por aquella imagen tradicional del comportamiento agresivo y antisocial.
Sin embargo, se podría considerar el estudio de Bonn y hacer un paralelismo interesante: Es verdad que la honestidad no depende de la condición masculina o femenina, pero, siguiendo ese razonamiento de los científicos, cuanto más correcto, más viril. Si miramos por el lado de la verdadera definición de la palabra “hombre”, todo tiene que ver.
Así queda el mensaje: no espere ser considerado un hombre de verdad si la honestidad no es su fuerte.
Papel Social
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