Imaginate que Alguien camina buscándote en un hermoso jardín para darte lo que más necesitás, pero vos no estás disponible. ¿Por qué?
Mientras Dios te busca, vos corrés. Reuniones, relaciones y viajes te distraen. En el apuro por conquistar “tu lugar de cara al sol”, incluso alcanzás muchos sueños, pero no entendés por qué, al final del día, el sueño no llega. Entre vueltas en la cama y pensamientos inquietos, surge la pregunta: ¿por qué otras mujeres parecen tan plenas? ¿Qué hacen?
Esa sensación revela algo mayor. Sin un propósito existencial, la vida se convierte en una carrera interminable, en la que, cuanto más se persiguen carrera, belleza o estatus, más se siente un vacío en el corazón. La agenda está llena, pero el alma, solitaria. Ese es el tipo de conflicto que ni terapeutas ni medicamentos pueden resolver.
Es en ese punto donde surge la respuesta: solo Dios es capaz de satisfacer nuestras búsquedas más profundas. Quien camina con Él, en la sencillez, encuentra plenitud. En Él está la ligereza de poseer poco y sentirse completo, y la serenidad de un corazón protegido. Quien Lo escucha con humildad recibe dirección y descubre el propósito mayor de la vida: servirlo.
La mujer que sirve a Dios sabe que puede acudir a Él y preguntar: “Señor, ¿cómo tengo que lidiar con esto? ¿Qué querés de mí?”. Sin embargo, en el Edén, la serpiente desvió la atención de Eva de la Voz de Dios hacia un deseo engañoso. Hoy sigue engañando a muchas personas. ¿No sería el dolor experimentado por Eva, al ser apartada de la Presencia del Creador, la misma angustia que tantas mujeres sienten ahora?
Tal vez estés tan consumida por la frustración que incluso sientas dolores en el cuerpo. Es hora de recomenzar. No temas entregarle a Dios el control de tu vida, aunque eso exija cambios, y darle acceso a áreas dolorosas. Invocalo para que te cuide. A cambio, servilo plenamente. La Biblia enseña:
“Deléitate en el Señor, y Él te concederá los deseos de tu corazón. […] Quédate quieto en la presencia del Señor, y espera con paciencia a que él actúe”. Salmos 37:4-7.
El tiempo corre y, en 100 años, poco (o nada) quedará de lo que fuimos acá. ¿De qué vale tanta competencia? Concentrate en agradar a Dios, porque en Él tendrás satisfacción. Su Voz resuena por el jardín, ahora, diciendo tu nombre. ¿Qué vas a hacer al respecto?