Dios escuchó siempre a todos, ¡está escrito! Pero Dios no les contesta a todos. ¿Y por qué? Porque Él espera que el pueblo que Lo busca, que las personas que Lo buscan, además de hablar, actúen.
El grito de socorro
En el libro de Marcos, capítulo 10, versículo 45, el Señor Jesús habló de Él mismo:
“Porque ni aun el Hijo del Hombre —el Hijo del Rey, el Príncipe— vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por muchos.” Marcos 10:45
Jesús está diciendo que Su misión fue y es rescatar al ser humano para ser hijo de Dios. Dicho de otra manera: “Porque el Mesías no vino para ser servido, sino para servir.”
Cuando sirvo estoy asumiendo la posición de hijo, hijo de Dios, es cuando cada uno se dispone, además de servirlo con palabras, con pensamientos, a servirlo aún más dando su vida en rescate de muchos…
La sociedad grita por socorro… Por socorro emocional, socorro espiritual, socorro por el alma. Encontramos la necesidad de socorro en una mirada apagada, una sonrisa triste, una vida sin fuerzas, sin perspectivas.
Dios espera que quien fue rescatado, sea instrumento en Sus manos para rescatar.
También lo expresa en el principal mandamiento, donde se cumplen todas las leyes y todos los preceptos:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (…) Y amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Mateo 22:37-39
Tenés que amarte, valorarte, pero también amar al prójimo como a vos mismo. Está escrito que aquel que ama a su prójimo le hace bien. No está escrito que “desea”, sino que “le hace” bien.
“Amar al prójimo”, no es llamarlo “hermano”, o repetir “bendiciones”, sino que amar al prójimo es hacerle bien. Muchos no dicen la verdad cuando tienen la oportunidad. Relativizan el caso porque piensan que el se equivoca “ya es grande”, “debería darse cuenta”, pero somos humanos, somos imperfectos alguien tiene que dar, dar la vida, decir la verdad, ser un ejemplo y hacer el bien.
Jesucristo, el Mesías, pudiendo ser servido, vino a servir.
Él espera lo mismo de nosotros.