Ya meditamos sobre el espíritu humano (mente) y el alma humana (corazón), y hoy vamos a meditar sobre el cuerpo (vida).
El cuerpo humano es el templo y la expresión de la vida.
Espero que esta meditación complete el tríptico de espíritu, alma y cuerpo. El cuerpo físico no es solo materia: es el instrumento visible que abriga el espíritu y el alma, y que permite expresar pensamientos, emociones, decisiones y, lo más importante, ser la Morada del Espíritu Santo y ser Usado por Él para Servir a Dios y ganar almas.
Nuestro cuerpo como templo del Dios Vivo
El Espíritu Santo nos recuerda:
“¿O no sabéis que vuestro cuerpo es Templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Pues por precio habéis sido Comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo…”. 1 Corintios 6:19-20
El cuerpo humano no fue idealizado ni creado para ser la morada de espíritus engañadores, adicciones o enfermedades espirituales, sino la morada del Espíritu Santo.
Pero esto no ocurre con la mayoría de los seres humanos, porque no están dispuestos a sujetar su cuerpo a la Voluntad de Dios. Para que eso sea posible, es necesario que haya:
– Sacrificio y renuncia: no como pérdida, sino como entrega, para ser Llenos del Espíritu Santo, lo cual es ganancia.
– Desapego material: las parábolas del Reino del Cielo muestran la necesidad de ceder lo físico y temporal para poseer lo Espiritual y Heredar lo Eterno.
– Disciplina y equilibrio: alimentación, descanso, ejercicio y pureza en lo que hacemos con el cuerpo.
– Obediencia práctica: cada acción física puede honrar o deshonrar a Dios.
Los beneficios de la entrega del cuerpo a Dios son gloriosos, porque cuando se rinde a la Voluntad Divina:
– Se convierte en instrumento de obediencia.
– Vive en equilibrio y cuidado.
– Se transforma en un testimonio visible de la existencia de Dios, santificando Su Nombre en su carácter y cuerpo.
– Honra al Señor en lo cotidiano: en la familia, en el trabajo, en la Iglesia y en la sociedad.
El cuerpo es la vida en acción. Si se sujeta a la Voluntad de Dios, se convierte en un templo santo y en un canal de vida, fe, esperanza, alegría y obediencia. Así, el espíritu, el alma y el cuerpo se alinean con un mismo propósito: el de glorificar al Padre Celestial en todo.
¡Nos vemos en breve, en la IURD o en las Nubes!
Obispo Julio Freitas
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