El matrimonio de Gastón y Silvana venía mal hacía tiempo: “Yo estaba trabajando en la parte gerencial y pasaba muchas horas fuera de casa. Mi esposa ya estaba en la Universal, pero había descuidado el matrimonio. Mis hijos eran chicos y yo necesitaba trabajar, no tenía equilibrio.
Era egoísta, había estado en la iglesia, pero me aparté, buscaba únicamente el beneficio económico. Tampoco la cuidaba a ella, pensaba todo el tiempo en el dinero. No teníamos problemas económicos, pero yo quería más. Era adicto al trabajo, perdí años de la vida de mis hijos con mi preocupación por el dinero.
El mundo se me vino abajo cuando, después de estar tanto fuera de casa, fui infiel. Le pedí perdón y ella me entendió. Ahí empecé a buscar a Dios. Gracias a Él superamos todo, empezamos de nuevo, dejé de lado la preocupación por el trabajo, ahora soy mi propio jefe y estamos más felices que antes”.
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