Muchas personas transitan la vida tratando de encontrarle sentido y no lo logran. Viven intensamente, tienen una profesión, forman su familia, pero nunca encuentran lo que están buscando.
Ana vivió así durante mucho tiempo sin saber qué hacer. Tenía dentro de su ser, un vacío tan grande, que hacía que todo lo que intentara para ser feliz, no valiera la pena: “Era muy nerviosa, de mal carácter y no tenía paciencia para nada. A pesar de hacer las cadenas, dentro mío faltaba algo. Tenía mucha angustia, mucha soledad y no lograba llenar el vacío con nada”, comenta.
Ella estaba participando de las reuniones de la Universal, pero no había forma de que sacara todo lo malo que tenía dentro suyo. La oportunidad de tener una nueva vida llegó cuando se entregó a Dios: “Pasó algo maravilloso, me entregué totalmente y recibí el Espíritu Santo, tuve que humillarme delante de Él.
A partir de ese momento, todo fue distinto, nací de nuevo. Ahora quiero ayudar a la gente que lo necesite, el odio y el rencor ya no forman parte de mi vida, ahora solo hay amor”, finaliza con una sonrisa.
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