Nadie quiere ser un fracasado, sino que todos desean tener éxito en todas las áreas de la vida. Si bien, algunos tienen más ambiciones que otros, el deseo de progresar es un pensamiento unánime. Es por eso que algunos todavía creen que el éxito profesional, familiar y financiero es sinónimo de una vida plena. Muchos se concentran en ese tipo de logros materiales y olvidan otro aspecto indispensable en la vida de cualquier persona: lo espiritual, estrictamente ligada a su relación con Dios.
El problema es que muchos quieren las bendiciones que Dios puede proporcionar, pero no están dispuestos a pagar el precio de sacrificar su voluntad para agradarlo. Cuando existe una comunión íntima con el Creador, todo fluye más fácil.
Por lo tanto, es necesario que reflexione si Dios está en primer lugar en su vida o si necesita tener un encuentro con Dios para alcanzar la plenitud en su vida. El vencedor no es aquel que obtiene solo conquistas materiales, sino el que sabe que Dios es lo más importante en su vida.
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