Octavo y último miércoles acompañando el Estudio Bíblico del Fruto del Espíritu Santo en el Templo de los Milagros.
Dios busca la honra por encima de la obediencia. Esta honra nos hace tener un carácter integro independientemente de las personas, circunstancias o lugares.
Al ser honrados, nosotros hacemos lo debido sin importar quiénes estén o dejen de estar a nuestro alrededor.
La obediencia es algo que pasa y cambia, pero la honra permanece y hace permanecer al fiel.
El apellido de todo hijo de Dios debe ser “honra”.
La persona que es fiel es decidida y, no se preocupa por las circunstancias, hace lo que es debido sin importar si desagrada o agrada a los demás.
Cuando uno tiene espíritu de mansedumbre es humilde, pero no se deja humillar.
Al ser humilde de espíritu, uno es bienaventurado y no se deja influenciar por sus emociones o sentimientos.
«Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues estos se oponen el uno al otro, de manera que no podéis hacer lo que deseáis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley […] mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley.» Gálatas 5:17-18,23
Mi enemigo número 1 es mi propio yo. Nuestra voluntad siempre quiere hacer frente a la Voluntad del Espíritu Santo.
El segundo enemigo es el diablo. Él se encarga de traernos las tentaciones para hacernos caer.
Mejor es el lento para la ira que el poderoso, y el que domina su espíritu que el que toma una ciudad. Proverbios 16:32
Cuando uno pasa a dominar su espíritu, se vuelve poderoso.
Cuando no tenemos dominio propio, uno es agresivo, débil y no es capaz de disfrutar de sus conquistas.
A su regreso después de derrotar a Quedorlaomer y a los reyes que estaban con él, salió a su encuentro el rey de Sodoma en el valle de Save, es decir, el valle del Rey. Entonces Melquisedec, rey de Salem, sacó pan y vino; él era sacerdote del Dios Altísimo. Génesis 14:17-18
El mal siempre va a mandar a sus siervos para que nos terminen de inclinar a hacer algo equivocado.