Un día sucedió conmigo. Me enfrié en la fe y comencé a mirar hacia las cosas materiales, no dándoles valor a las cosas que solo Dios podía darme, y entonces tomé a mi esposa y a mi hija de dos años, y abandoné todo pensando que tendría una vida fácil allá afuera, pero todo lo que obtuve fue desilusión.
El mundo entró en mí, y en poco tiempo, unos 4 meses afuera de la iglesia, me hundí en el vicio de la bebida, del cigarrillo, y no demoró mucho para que también consumiera drogas. Con 6 meses afuera de la iglesia, la sociedad ya me consideraba un adicto. No le deseaba esa vida a nadie. Para completar, me separé de mi esposa y abandoné a mi hija, ya no tenía esperanza de volver. Estaba sufriendo amenazas de traficantes y tuve un revólver apuntando a mi cabeza varias veces. Salí de Belo Horizonte (MG) y me fui a São Paulo a intentar cambiar de vida, pero empeoré aún más.
Hasta que comencé a recordar la época de pastor, cuando predicaba la Palabra de Dios y el pueblo me oía. Entonces, deambulando por las playas de São Paulo, tomé la decisión de volver a mi tierra, BH, pues mi hija estaba horriblemente enferma. Pero volviendo ante esa situación, me hundí todavía más en las drogas.
Entonces un día, ante una sobredosis, ansiando morir, escuché la voz de Dios. Y Él decía: “Yo he puesto delante de ti hoy la vida o la muerte, tú elijes. ¡AHORA!”
En la desesperación, grité en mi interior: “¡Elijo la vida!”
Tras aquel sufrimiento, Dios me liberó, pues tomé la decisión de cambiar de vida, y no demoró mucho tiempo para que la reconstruyera. Volví con mi esposa, mi hija, y lo principal, volví a los brazos de Jesús, y Él me aceptó.
Hoy superé todo y estoy de vuelta en el lugar del que no debería haber salido nunca: como pastor, en el ALTAR.
¡FUERZA! PUES TODAVÍA HAY OPORTUNIDAD PARA USTEDES QUE UN DÍA SALIERON Y QUIEREN RECONSTRUIR LA VIDA CON DIOS.
Reginaldo Ferreira Nabuco