Muchos hemos escuchado alguna vez a alguien diciendo que le hubiera gustado nacer en una familia famosa, rica o de la realeza. Las personas suelen decir: «No es que no ame a mi familia, pero hemos pasado por tantas privaciones, tantas situaciones desagradables, que hubiera deseado nacer en otra familia». Sin embargo, hay una familia superior a todas las demás.
En la Biblia está escrito que Dios nos invita a formar parte de Su Familia, es decir, la Familia de Dios, porque Él también es familia: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es el Único capaz de transformar a una criatura depresiva, adicta, ingrata, indisciplinada, promiscua, egoísta, sin esperanza y violenta en una hija de Dios agradecida, disciplinada, humilde, fiel y responsable. ¿Esto no es maravilloso?
¿A quiénes Dios transforma? A todos los que tienen sed de Su Espíritu. No es suficiente desear, pedir o esperar. La persona debe tener sed del Espíritu Santo, porque sin Él la persona está «deshidratada» espiritualmente.
Así como nuestro cuerpo necesita agua para vivir, necesitamos al Espíritu Santo, que es el Agua Viva, para estar vivos espiritualmente.
Jesús Se acercó a una mujer que tenía sed de ser feliz, que es todo lo que el ser humano quiere en la vida. Todos queremos ser felices, incluso los crueles quieren ser felices y tener una familia.
Esta mujer ya había estado con cinco hombres diferentes en busca de la felicidad, porque tenía sed de una vida amorosa, un matrimonio y una familia feliz, pero no lo había logrado, por eso estaba frustrada y amargada. Jesús fue a su encuentro y la miró con compasión, porque el hombre con el que vivía no era su marido.
Observe lo que Jesús le dijo a esta mujer: «Respondió Jesús y le dijo: Si tú conocieras el Don de Dios, y Quién es el que te dice: Dame de beber». El Don de Dios es el Espíritu Santo, y Quien le pedía agua era Jesús, pero ella se la negaba porque estaba amargada.
Así son muchas personas, están amargadas y sin esperanza, enfocadas en su propia sed, es decir, en su vida. Por eso, cuando alguien les pide agua, preguntan lo mismo que esta mujer: «¿Quién eres tú?». No tienen compasión y miran al otro con prejuicio, juzgándolo por su etnia, condición socioeconómica y apariencia.
«… tú Le habrías pedido a Él, y Él te hubiera dado Agua Viva.» Juan 4:10
Jesús Se refería al Espíritu Santo. En otras palabras: «Mujer, no quiero que solo tengas una familia e hijos, sino que seas hija de Mi Padre, ¡que tengas el mismo Espíritu que Yo!».
Dios no hizo, no hace y jamás hará acepción de personas, pero, para tener Su Espíritu, hay un precio, ¿y cuál es? Tener sed de recibirlo entregándole la vida.
Cuando recibimos al Espíritu Santo, nos volvemos una Fuente que nunca deja de rebosar Agua Viva.
Esta es la Propuesta que Dios tiene para usted.
Participá este domingo a las 9:30 h, en Av. Corrientes 4070 – Almagro o en la Universal más próxima a vos. Otros horarios: 7 y 18 h.