Jesús estaba observando a los ricos que depositaban sus ofrendas en el arca del templo, y vio que una viuda muy pobre depositaba allí dos moneditas de poco valor. Entonces dijo: En verdad les digo, que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos aquellos ofrendaron a Dios de lo que les sobra, pero ella puso, en su pobreza, todo lo que tenía para su sustento. Lucas 21.1-4
El Señor Jesús nos enseñó que es el Altar el que santifica a la ofrenda. Estaba observando – inclusive Él podría haber estado haciendo cualquier otra cosa,pero como observaba en el pasado, continúa observando en los día de hoy -, Él le prestaba atención a la consideración que todos tenían para con el Altar. Todo lo que hacemos para el Altar, lo hacemos para Dios.
Nuestras elecciones y decisiones, expresan nuestra prioridad.
Y, con certeza, hacemos mucho más por las cosas y personas que consideramos que son más importantes.
Delante del arca del templo, los ricos hicieron más para sí mismos y menos para el Altar. Pero la viuda pobre hizo más para el Altar y menos para ella misma.
Es notorio que cuanto más se hace por la propia vida, menos se recibe. La prueba de eso son aquellos que llegan a la iglesia con 30, 40, 50 años y que siempre hicieron de todo por la propia vida, y aun así llegan sin nada.
En contrapartida, cuanto más se hace por el Altar, más beneficiados somos por el propio Altar. La viuda pobre por ejemplo, hasta hoy ha sido reconocida y honrada.
¡El secreto de la vida y de la fe es hacer siempre más para el Altar!
Por ejemplo, usted tiene un rencor, y no quiere perdonar, pero aun así usted perdona.
¿Para quién hizo más, para usted o para el Altar?
Perdonando, ¡claro que usted hizo más para el Altar!
Si usted no perdonara, estaría haciendo más para usted, y, consecuentemente, perdiendo la oportunidad de recibir la Salvación.
La salvación está a disposición de todos los que hacen más por el Altar.