Labán tenía dos hijas: Lea y Raquel. La primera no tenía belleza exterior, en cambio la segunda era atractiva.
Lea pasó su vida a la sombra de Raquel, pues su hermana era el centro de atención. Uno de los significados del nombre Lea es “aquella que está fatigada o debilitada”. En contrapartida, Raquel era tan bella que Jacob cuando la vio estuvo dispuesto a trabajar siete años para casarse con ella. Dios tenía un proyecto para Jacob y Lea formaba parte de él.
Con esto, nos damos cuenta que no siempre lo que deseamos es lo que necesitamos. Es porque somos engañados por los ojos físicos.
Jacob se podría haber casado con Lea y evitarse catorce años de trabajo y humillación. Ella permaneció fiel a Dios, amando y sometiéndose a su marido. Dios la tuvo en cuenta porque el Señor tiene predilección por los despreciados de este mundo.
Él favoreció a Lea y abrió su vientre. Cuanto más la humillaba Jacob, más hijos tenía. Mientras que Raquel era estéril.
Ella dio a luz a Judá, tribu de la que nació el Señor Jesús. Raquel murió rápido, pero Lea fue compañera de Jacob en los años más difíciles. Al final de su vida él la amó y la consideró su esposa legítima. Lea no dejó que su legado de fe se perdiera, sino que pagó bien por mal.
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