Cuando meditamos en el libro de 1 Samuel, podemos observar que los tres tipos de personas involucradas en la historia del profeta todavía existen en los días de hoy en la Iglesia Universal. Ellos son:
– Los Elcanas
Religiosos que siempre se están sacrificando por aquello que AMAN.
Siempre sacrificándose por el amor a algo o a alguien, más que por el amor a Dios.
Elcana le ofreció porciones dobles a Ana, porque la ADORABA más.
“Cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba porciones a Penina su mujer y a todos sus hijos e hijas; pero a Ana le daba una doble porción, pues él amaba a Ana, aunque el Señor no le había dado hijos”. 1 Samuel 1:4-5
– Las Peninas
Ella se sacrificó para honrarse a sí misma, había logrado lo que quería, pero no tenía el carácter de Dios, porque con sus conquistas provocaba a Ana, solo para irritarla.
Son personas que incluso tienen conquistas, pero no son para honrar a Dios, sino para mostrarles a los demás su valor, y por un tiempo incluso lo consiguen…
Sin embargo, por no buscar a Dios, no reciben Su Presencia, Su Espíritu y, por eso, tornan su vida y la de los demás pura amargura y angustia.
“Y su rival la provocaba amargamente para irritarla, porque el Señor no le había dado hijos. Esto sucedía año tras año; siempre que ella subía a la casa del Señor, la otra la provocaba. Y Ana lloraba y no comía”. 1 Samuel 1:6-7
– Las Anas
Al principio, a pesar de su religiosidad en esperar que el sacrificio de los otros pudiera beneficiarla, ella fue víctima de lo que le hicieron su rival y su autocompasión.
Ana pensaba que, al homenajear a su marido con un hijo y demostrarle a su rival que ella también podía vencer, se sentiría HONRADA, feliz, realizada.
Pero su fe sincera la hizo entender que, primero, ella tenía que honrar a Dios, ofreciendo al Señor lo que más amaba, lo más grande que tenía, su sueño, lo que la haría sentirse honrada, y eso Le OFRECIÓ A DIOS.
Incluso antes de recibir la respuesta a su oración, su certeza era tan grande, que ya había entregado al hijo que vendría, demostrando que Dios estaba en Primer Lugar en su vida, honrándolo con lo mejor de ella, entregando su mayor sueño a Dios.
“… Ana se levantó después de haber comido y bebido. Y a la vista del sacerdote Elí, que estaba sentado en su silla junto a la puerta del santuario del Señor, comenzó a orar al Señor con gran angustia y a llorar desconsoladamente. Entonces hizo esta promesa: «Señor de los Ejércitos, si Te dignas mirar la desdicha de esta sierva Tuya, y si en vez de olvidarme Te acuerdas de mí y me concedes un hijo varón, yo Te lo entregaré para toda su vida y nunca se le cortará el cabello»”. 1 Samuel 1:9-11
Y Dios la honró, haciendo que su sueño de ser madre fuera el Sueño de Dios, haciendo de su hijo un siervo, un profeta del Señor.
“… Luego Elcana se unió a su esposa Ana, y el Señor Se acordó de ella. Ana concibió y a su debido tiempo dio a luz un hijo, al que le puso por nombre Samuel, pues dijo: «Al Señor se lo pedí»”. 1 Samuel 1:19-20
Cuando ofrecemos lo máximo de nosotros para servir a Dios, para realizar el Sueño de Dios en nosotros, entonces se realiza nuestro sueño de glorificar y servir a Dios, y no a nosotros mismos.
Obispo Júlio Freitas