Rebeca fue una de las mujeres que más cualidades tuvo. Por ejemplo, llegó a cargar mil litros de agua para los camellos del siervo de Abraham. Ella tuvo el coraje de dejar a su familia sin pestañear para casarse.
Después de eso, luchó durante 20 años contra la esterilidad. Al contrario de Sara, ella esperó en Dios sin quejarse ni dar sugerencias. Rebeca fue socorrida por el Señor y recibió una gran revelación sobre el futuro de sus hijos.
Isaac iba a bendecir a Esaú, pero su esposa sabía que Dios había elegido a Jacob. Entonces, en vez de usar su fe, hizo que su hijo mintiera.
Ella quiso proteger a su hijo: “Y su madre respondió: Hijo mío, sea sobre mí tu maldición; solamente obedece a mi voz y ve y tráemelos.”, (Génesis 27:13).
Rebeca intentó ayudar a su hijo, pero lo convirtió en un fugitivo. Inevitablemente, llegaron las consecuencias de sus actos.
Dios tiene instrumentos para hacer su voluntad, pero para eso, espera ver fe y obediencia en nosotros. Cuando actuamos de forma impaciente e incrédula, retrasamos Sus propósitos.
La fe mezclada con la duda, lleva a la personas a actuar según sus ideas. Por eso, debemos aprender a vencer a nuestro yo para evitar precipitarnos y sufrir.
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