Jacob fue un hombre que prosperó mucho, se volvió más rico que su patrón y tenía una gran familia. A pesar de eso, tenía miedo, vivía preocupado. Tenía todo pero, no tenía nada.
“Estos veinte años he estado contigo; tus ovejas y tus cabras nunca abortaron, ni yo comí carnero de tus ovejas. Nunca te traje lo arrebatado por las fieras: yo pagaba el daño; lo hurtado así de día como de noche, a mí me lo cobrabas. De día me consumía el calor, y de noche la helada, y el sueño huía de mis ojos.”, (Génesis 31:38-40). Jacob no dormía, no tenía paz, ni era feliz. Durante 20 años sufrió hasta el día en que luchó con el ángel. No es normal que un ser humano luche así, pero Jacob estaba desesperado.
¿De que le sirve a una persona tener todo y por dentro estar vacía y triste? Muchos quieren estar bien con los hombres, pero no se dan cuenta que lo mejor es estar bien con Dios. Cuando se vive en pecado, por más que lo esconda de todos los que lo rodean; usted, Dios y el diablo lo saben. Hasta que no reconozca su error y tenga una nueva identidad, vivirá como Jacob.
Hay personas que no duermen ni tienen paz porque viven una vida de pecado. Ellas se esconden, como lo hizo Adán:“… Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.”, (Génesis 3:9-10). Cuando Jacob luchó toda la noche con el ángel, Dios cambió su identidad. Era todo o nada. Tener todo es tener un encuentro con Dios, eso es lo que Él quiere hacer en su vida. Por eso, debe tomar la actitud que tomó Jacob.
Nosotros vamos a luchar con Dios para que reciba una transformación completa. Lo que más importa es su salvación. Tiene que pensar a dónde irá su alma, y solo hay dos caminos: descansar con Dios por toda la eternidad o el lago de fuego y azufre con el diablo. Si elige ir con este último, su alma será atormentaba. Sin embargo, en la Nueva Jerusalén, descansará toda la eternidad junto a Jesús.
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