“Yo había sufrido mucho en mi infancia. Mi padre y mi madre fueron alcohólicos, ambos se suicidaron.
Pasó el tiempo y tuve tres intentos de suicidio, pensaba que no servía para nada; sufría depresión por los problemas en mi matrimonio. Las infidelidades nos llevaron a la separación, incluso llegué a intentar matar a mi marido dos veces.
Llegué a la iglesia desesperada porque no sabía nada de mi hija. Me acerqué un viernes para clamar por ella. Al otro día logré contactarme con unos conocidos y me contaron que había dejado la facultad, a su novio, que había intentado suicidarse dos veces. Pero me dijeron que estaba participando en la Universal.
Me costó mucho liberarme y perdonar. Tenía mucho resentimiento, odio y angustia. Luego del proceso de liberación que me llevó tres años le pedí a Dios el Espíritu Santo y él me lo concedió. A partir de allí comenzaron las bendiciones en mi vida. Perseverando la vida de mis hijas también fue bendecida. Se reconstruyó mi matrimonio, hace 40 años que estamos juntos gracias a Dios”.
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