Muchos cristianos tienen fe en Dios y creen que es capaz de darles todo lo que necesitan. Aun así, la fe que provoca los milagros que transforman la vida de una persona, es acompañada de un sacrificio. Todos los milagros de Jesús, por ejemplo, fueron realizados por la fe unida al sacrificio. En el evangelio de Juan, en el capítulo 9, Jesús curó al ciego inmediatamente porque él había hecho ese pedido y llamado Su atención. Al contrario, el Señor tuvo que hacer algo para que él expresara una fe sacrificial. Para eso, transformó el agua del tanque de Siloé en lodo y mandó a que él fuese allá y se ensuciara los ojos, así fue curado.
La idea de sacrificio indica despojarse de algo para recibir algo mejor. Siendo así, el sacrificio que ofrece en el Altar representa la vida que no quiere más para obtener una nueva y mejor.
Abraham, por ejemplo, tenía solo un hijo, pero quería ser padre de un pueblo numeroso. Por eso, él lo entregó a Dios para ser padre de una gran nación. Gedeón tenía solamente un buey, pero deseaba tener más. Entonces, lo ofreció al Señor y recibió de Él prosperidad y paz. La viuda pobre solo tenía apenas dos monedas, pero quería tener una vida abundante. Para eso, le dio sus monedas a Dios y recibió la prosperidad.
El obispo Macedo afirmó que el Altar es un lugar en el que el cristiano se aproxima a Dios: “En el Altar, las personas se quedan a solas con Dios, como Jacob en el Vado. Él se quedó sin nada, dependiendo de Dios. Cuando quedó solo, el ángel vino y luchó hasta que fue bendecido. Aquel que se entrega por medio de un sacrificio es como aquel carnero que fue consumido por el fuego en el Altar.
Lo que sucede allí también sucede en la mente y el corazón de aquel que sacrificó”, completó el obispo.
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