La oración es un arma poderosa, es un instrumento que todo individuo tiene para expresarle a Dios lo que necesita. Jesucristo oraba incesantemente durante su ministerio e incentivaba a todos a que hicieran lo mismo.
Para que una oración sea respondida es necesario que sea sincera, como escribió el obispo Macedo en su blog: “Dios busca sinceridad en nuestra oración. Por lo que no sirve hablar por hablar sin tener en claro lo que queremos decir”.
Tampoco vale la pena repetir las palabras que dice otra persona, como enseñó el Señor: “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.”, (Mateo 6:7).
Reserve un momento exclusivo para dirigirse a Él, lejos de las distracciones, como está escrito: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.”, (Mateo 6:6).
Fe y dependencia
La oración debe contener algunos elementos, el primero corresponde a la actitud corporal de la persona. La segunda, tiene que ver con orar con el alma. Eso significa expresar todo lo que está sintiendo. El tercer elemento es el espíritu que debe estar alineado con el cuerpo y el alma. Al orar en espíritu, la persona demuestra que está consciente de lo que está diciendo.
A veces, delante del Altar, muchos prometen que van a abandonar un pecado, por ejemplo, pero lo hacen sin consciencia y vuelven a cometerlo. Dios atiende las oraciones de los que viven conforme a Sus enseñanzas. Practique la oración aunque no tenga ganas. Si usted es justo delante de Dios, su oración llegará. “Puede parecer que la respuesta está demorada, pero será respondida”, concluye el Obispo.