Para que un documento sea considerado verdadero es necesario que esté autenticado. Esa autenticación es necesaria en todas las cuestiones importantes que involucran identificación, compromiso y garantía. Toda información que no es considerada auténtica se vuelve inválida y es tenida como falsa. No hay quien confíe en lo que no posee los requisitos necesarios para ser considerado verdadero, y nada puede ser hecho con él o por medio de él.
Así también es la fe: necesita ser autenticada por Dios para ser considerada verdadera y generar resultados. Pero, lamentablemente, muchos intentan producir frutos con su fe y no lo logran, porque están haciendo uso de una fe ilegal, que no recibió la autenticación de Dios. Estas personas han ignorado el hecho de que el Altísimo no considera auténtica la fe sin sacrificio.
El sacrificio es la única prueba de que la fe existe y es verdadera. Conforme está escrito, la fe sin obras es muerta (Santiago 2:17). A fin de cuentas, ¿cómo probar la existencia de algo que no se ve? ¡Solo con resultados visibles! Así como la existencia del viento es probada por el movimiento de las hojas de los árboles, la existencia de la fe es probada por las actitudes de sacrificio.
Quien renuncia a sus voluntades para hacer lo que Dios orienta en Su Palabra recibe el sello de autenticación de su fe. En caso contrario, la fe queda solo en los labios de quien la profesa, y, así como una información no puede ser tenida como verdadera simplemente por palabras, la fe tampoco puede ser validada por afirmaciones sin pruebas.
Si para las cosas pasajeras de este mundo es necesaria la autenticación, mucho más para las cosas de Dios, que involucran la eternidad.
La fe válida tiene el poder de identificar a alguien como hijo del Altísimo, comprobar el compromiso que se tiene con Él y garantizar la Salvación de su alma. Por eso, Dios no confía y desconsidera a la fe no autenticada. Si ese tipo de fe no puede ser usada como moneda de intercambio ni siquiera para las conquistas terrenas, ¡mucho menos para las conquistas celestiales!
Nadie podrá vivir una vida de calidad o entrar en el cielo de forma ilegal. Por eso, necesitamos legalizar nuestra fe día a día, a través de actitudes de sacrificio.
El Dios Auténtico exige la fe auténtica. Y si su creencia es inválida, su dios también es inválido – porque su dios es usted mismo.