Prestaré atención al camino de integridad. ¿Cuándo vendrás, Señor, a mí? En la integridad de mi corazón andaré dentro de mi casa. Salmos 101:2
El lugar donde revelamos quiénes realmente somos es nuestra casa, en la compañía de las personas más íntimas. Es en el hogar que, normalmente, la persona se desliza en los malos hábitos y en los comentarios maliciosos y se relaja en la educación.
Están quienes son ejemplares en el trabajo, pero intratables y negligentes en el seno familiar.
Por lo tanto, quien de hecho quiere andar en rectitud por la fe debe comenzar probando eso en su propia casa.
Son los familiares los que más se benefician de esa buena manera de vivir.
Si alguien no es bueno y fiel con aquellos a los que ve y con quienes convive diariamente, ¿cómo lo será con Dios, a Quien no ve? Si su familia no comprueba su buen testimonio, ciertamente su comunión con el Todopoderoso está en falta.