Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso que llenó toda la casa donde estaban sentados, y se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse. Hechos 2:1-4
Pentecostés fue una de las tres fiestas anuales más importantes de los judíos. Era celebrada cincuenta días después de la Pascua. Su objetivo era agradecer y bendecir a Dios por el recibimiento de la Ley en el Monte Sinaí y por las cosechas de los granos. Inclusive, las primicias, o los primeros frutos de la tierra, eran presentados a Él en esta fiesta.
Fue exactamente ese período el que el Altísimo escogió para cumplir Su promesa de derramar el Espíritu Santo. A partir de ese momento, una nueva etapa de fe y de avivamiento espiritual pasó a revolucionar el mundo por medio de aquellos que creen y son llenos del Espíritu. (Lea más sobre esta fiesta y el motivo de Dios de haberla escogido para enviar Su Espíritu en la nota de Levítico 23:15 de la Biblia con los comentarios de fe).
El bautismo con el Espíritu Santo capacitó a cada uno de los escogidos para que enfrentaran intensos desafíos, entre estos humillaciones, escarnios, prisiones, apedreamientos y malos tratos a causa del Nombre del Señor Jesús. Ellos solo pudieron permanecer firmes debido al recibimiento del Espíritu Santo, el Espíritu de la fe, que les había sido dado.
Toda persona sellada con el Espíritu Santo se somete a la voluntad Divina y se torna un instrumento del Señor en este mundo. El Espíritu de Dios la prepara y la habilita para Su Obra con dones y talentos. Además, ella recibe poder para resistir a las propias voluntades y para vencer al mundo.
Este domingo estaremos celebrando la Fiesta de Pentecostés en todas las Iglesias Universal del Reino de Dios.