No sirve que el débil repita como un loro la frase: “…diga el débil: Fuerte soy” (Joel 3:10), cuando todavía no nació de nuevo. El débil solo será fuerte cuando nazca del Todopoderoso.
Jesús le dijo al maestro del judaísmo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el Reino de Dios.”, (Juan 3:3). Y agregó: “…el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios.”, (Juan 3:5).
¿De qué servía que Nicodemo tuviera profundos conocimientos de la Ley y de los Profetas, si le faltaba el nuevo nacimiento? El conocimiento de la Palabra de Dios sin su práctica no es suficiente. “…nos hizo ministros competentes de un Nuevo Pacto, no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, mas el Espíritu vivifica.”, (2º Corintios 3:6). Por lo tanto, no se debe repetir versículos bíblicos que no se viven y ausentes de Espíritu. La repetición de versículos bíblicos sirve solo para los religiosos.
Sin el nacimiento del agua y del Espíritu Santo, no existe la más mínima chance de supervivencia de la fe en este mundo. Y si no vence al pecado del mundo, ¿cómo salvará su alma?
“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.”, (1º Juan 5:4).
Si piensa que esto es radical, vea por sí mismo el increíble número de creyentes incrédulos y perturbados a su alrededor. Ellos son frutos del trabajo de “pastores” nacidos de la carne, que están más preocupados por el número de miembros y sus ofrendas que por la salvación de sus almas.
Por eso, tales “pastores” predican que basta aceptar a Jesús como Salvador y ya está salvo. Solo que aceptar a Jesús o creer en Él, no hace ninguna diferencia cuando no se obedece Su Palabra. Pero, ¿cómo obedecerla sin ser espíritu? ¿Y cómo ser espíritual sin haber nacido del Espíritu Santo?
Jesús dijo: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.”, (Juan 3:6).
Y agregó: “No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”, (Juan 3:7).