Después del Día de Pentecostés, Pedro y Juan curaron a un hombre cojo de nacimiento que pedía limosnas en la puerta del templo. Y allí mismo los discípulos comenzaron a predicar.
Aquellas señales hicieron que las autoridades estuvieran resentidas y con miedo, por eso arrestaron a Pedro y a Juan, y los cuestionaron:
¿Con qué poder, o en qué nombre, habéis hecho esto? Hechos 4:7
Las autoridades estaban admiradas y perplejas, pues sabían que Pedro y Juan eran hombres iletrados e incultos, pero aun así hablaban con intrepidez y coraje. Eso hizo que las autoridades reconocieran que, realmente, ellos habían estado con Jesús, y fue perceptible porque Pedro estaba lleno del Espíritu Santo.
No hay dudas de que el Espíritu Santo es la única arma que necesitamos para vencer cualquier cosa. En aquel momento, sin el Espíritu Santo, Pedro posiblemente hubiera repetido lo que había hecho cuando Jesús había sido apresado, y eso podría haberle costado la vida.
Viendo las autoridades que no tenían manera de decir lo contrario, porque estaba delante de ellos un hombre curado, los dejaron ir. Pero, aun así, se cuestionaban entre ellos mismos:
¿Qué haremos con estos hombres? Porque el hecho de que un milagro notable ha sido realizado por medio de ellos es evidente a todos los que viven en Jerusalén, y no podemos negarlo.
Hechos 4:16
Cuando dependemos de la dirección del Espíritu Santo, ¡es así como sucede!
La preocupación no es más nuestra, sino de quien nos persigue.
Podemos comprender que, otrora, cuando Pedro no tenía el Espíritu Santo, era inseguro e intentaba resolver los problemas huyendo, mintiendo, negando la fe y actuando por impulso. O sea, la persona que no tiene el Espíritu Santo es frágil y débil.
La Fe es el Espíritu Santo en acción en nuestra vida.
Por su parte, la duda es el espíritu del diablo en acción en la vida del hombre.
Colaboró: Pastor Marcos Tercio