Ser humilde no es una tarea fácil. Vivimos en una sociedad en la que somos incentivados a competir y nos volvemos cada vez más individualistas.
Sin embargo, si somos humildes de espíritu evitamos conflictos de todo tipo y además nos ganamos el respeto del otro.
La humildad es la base del carácter de Dios y está directamente ligada a la salvación del alma, como dijo Jesús: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.”, (Mateo 5:3).
Necesitamos reflexionar sobre nuestras actitudes cuando nos relacionamos con las personas que nos rodean, para saber si realmente somos humildes.
“La pregunta que debemos hacernos es ¿qué tipo de perfume estamos exhalando en el lugar en donde vivimos? El de Cristo o el fétido olor de la carne”, comenta el Obispo Macedo.
Elija ser humilde con quienes lo rodean y mostrará al Dios en el que cree. De esa manera, también podrá relacionarse de una manera más sana.