Yamila: «Vengo de una familia donde todos bebían alcohol. Crecí en ese ambiente. En mi adolescencia, era tímida, tenía mucha vergüenza y me costaba hablar. Entonces, tomé la decisión de empezar a beber alcohol. Pensaba que así iba a tener coraje y se me iba a quitar la timidez, pero, poco a poco, se transformó en un vicio que me llevó a otros como la marihuana y la cocaína.
Empecé a relacionarme con personas que hacían lo mismo. Me volví una persona agresiva y nerviosa, y, desde muy chica, me involucré con hombres. Fui mamá a los dieciséis años y pensé que entonces mi vida iba a cambiar, pero continuó de la misma manera. Mi hijo crecía y lo maltrataba, lo golpeaba, lo lastimaba, lo dejaba en mi casa y me iba.
Descubrí que tenía rencor hacia mi mamá; no podíamos entablar una conversación porque enseguida peleábamos. Incluso, en una oportunidad, nos agarramos a golpes.
Después de eso, caí en depresión. De un día para otro, no quise salir de mi casa. Siempre solía estar con muchas amistades, pero de repente todo cambió y me quedé encerrada.
Mi abuela me invitaba a la Iglesia Universal. Un día me llevó a una reunión y noté algo diferente. En el momento que estuve ahí, sentí paz. No le encontraba sentido a mi vida, pero de ese lugar salí motivada.
Perseveré en las reuniones, fui practicando el perdón, me empecé a involucrar con las cosas de Dios, recibí al Espíritu Santo y mi vida cambió por completo.
Ya no soy problemática, con mi mamá somos amigas, no maltrato más a mi hijo, puedo dormir bien y esa paz que antes solo sentía cuando estaba en la iglesia, ahora es continua. Soy feliz todo el tiempo porque Dios restauró mi vida».
Para ponerles fin a los vicios, iniciá el tratamiento gratuito, el domingo a las 15 h en Av. Corrientes 4070 – Almagro.
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