He aquí que llega un día de “juego de Brasil”. La selección brasileña avanza por el césped, y parecen ser los únicos brasileños que se mueven durante esos 90 minutos.
La mayoría de las emisoras de TV solo habla de eso. El ejemplo es seguido por revistas, diarios, páginas de internet y demás.
Podríamos decir que, si alguien se da el lujo de detener la propia vida durante una hora y media o dos, es porque todo está bien en ella o en la de todo su país. Las calles están siempre seguras, los hospitales bien abastecidos, las escuelas formando alumnos cada vez más capacitados… “solo que no”, como dicen por ahí.
Entonces, ¿a qué Brasil alienta todo ese “pueblo”? ¿Once jugadores en un césped simbolizan a toda una nación? ¿Ellos comparten sus ganancias millonarias con la población? ¿Van a pagar esas horas no trabajadas, esas clases no tomadas, e incluso esas muertes que ocurren porque no hay una ambulancia, un móvil policial, un guardia de seguridad realmente atento a sus funciones en esos momentos de pelota en juego? Es curioso cómo casi nadie piensa en eso.
Pero también es curioso por qué el brasileño no se moviliza de la misma manera en el momento de trabajar, de pensar a quién votará en las próximas elecciones, de cuidar a sus ciudades, de dedicarse al estudio o a mejorar su desempeño en su área de acción.
¿Hay algo incorrecto en alentar a un equipo de fútbol? Obviamente, no. En la idolatría de casi toda una población por él, sí. Los gobiernos débiles incentivan la existencia de ese momento de “pan y circo” para que distraiga a las personas de sus prioridades. En esos momentos en los que la pelota rueda, quedan como hipnotizadas y se olvidan de que los índices de violencia nunca fueron tan altos, de que hay más desempleados que el número total de habitantes de muchos países y de que un hijo, un pariente o un amigo necesitan su atención.
Mientras Brasil piense que es la “patria de los botines”, sus pasos no lo llevarán a ningún lugar. Pero quien decide es usted. Se necesita mucho menos que un período de 90 minutos para tomar la decisión de dejar de ser una marioneta en las manos de corruptos y corruptores que solo quieren pasarla bien, cegando a toda una población con vendas verdes y amarillas, mientras la triste realidad de nuestro país insiste en continuar existiendo allá afuera.
Piense en todo eso la próxima vez que le den ganas de decir “nosotros vencimos”, solo porque la selección hizo más goles que la adversaria. ¿Nosotros quiénes? Aliéntese a usted mismo. Su vida vale mucho más que un juego de fútbol.
Sea campeón de su vida. La victoria, tras toda su existencia en la Tierra, será mucho mayor, mucho más significativa que una copa dorada expuesta en algún lugar, con un ilusorio título que, de aquí a cuatro años, otros intentarán quitarle. Pero su Salvación, siempre que esté basada en su relación con Dios a través del Espíritu Santo, esa nadie se la quita.
Por: Marcelo Cypriano