El día en el trabajo fue duro, casi insoportable. Pero la vuelta a casa no fue mejor, llegar parece un alivio, pero las boletas de los servicios vencidos y sin pagar están sobre la mesa. Los hijos salieron, parece que ya no necesitan a sus padres y la soledad invade la habitación y la casa. La ansiedad y la angustia crecen, nada basta hasta que se abre la heladera y dentro ve una botella de vino.
Vaso tras vaso se va sintiendo una especie de efecto placebo. El etanol ingresa a la sangre, al estómago y a la primera parte del intestino delgado. Una vez en el torrente sanguíneo, el alcohol se distribuye por todo el cuerpo, incluyendo el cerebro, donde interactúa con las redes neuronales. La exitación baja y la inhibición sube.
Unos tragos después, ya se siente relajado porque disminuye la actividad en zonas encargadas de la toma de decisiones y el autocontrol. El alcohol tiene efectos en el sistema de recompensa, generando placer y reforzando la idea de que tomarlo es algo deseable para el organismo, y a lo largo genera adicción.
El alcohol es una de las drogas más antiguas del mundo y puede cambiar el ánimo rápidamente, por eso es tan peligroso. La práctica de beber todos los días de forma moderada es llamada “dependencia psicológica” y automedicación, pero finalmente parece ser una manera de enfrentar los problemas que no pueden ser resueltos a corto plazo, ¿cuál es el límite entre uso y la dependencia?
Un vaso más
Pedro pasó por situaciones que lo llevaron al límite. Cargaba con el peso de una condena de muerte por un problema congénito en su corazón. Los médicos les dijeron a sus padres que su hijo viviría hasta los 18 años. Pedro fue un niño que despertaba todos los días creyendo que ese podría ser el último de su vida.
Cuando creció, la ansiedad se volvió desesperación y entró en estado depresivo y el alcohol se convirtió en su refugio: “Era conflictivo, violento. Decían que no me podía exceder en las emociones, debía mantenerme tranquilo, pero se volvió cada vez más difícil”, recuerda.
Cuando fallecieron, primero su abuela y luego su hermana, la vida se volvió insoportable, encontró en el alcohol una manera de mantenerse anestesiado de la vida. Tenía 20 años, pero necesitaba tomar para vivir un día más: “Lo único que quería era tomar. Por frustración hice todo lo que no podía hacer, hasta me daban convulsiones, ataques, muchas veces mi esposa me llevaba al hospital. Salía de noche, me peleaba, robaba, conocí la marihuana, la cocaína y después empecé a inyectarme. Con un poquito de alcohol me convertía, agredía a mi esposa, me peleaba con todo el mundo, yo buscaba conflicto, eso era parte de mi vida”.
A medida que pasaba el tiempo, el alcohol y los otros vicios se volvieron protagonistas en su historia de vida. Tenía una familia, pero nada era suficiente, estaba ahogado en el alcohol y la desesperación. “Cuando cobraba, desaparecía y gastaba todo. Mi familia tenía que aguantar.
Estaba muy agresivo y golpeaba a mi esposa. Una vez, estando alcoholizado y drogado, me dispararon en la pierna durante una pelea.
Siempre portaba armas, tomaba y jugaba a la ruleta rusa, me apuntaba directamente en la cabeza, jugaba solo. Si veía algún cúter me cortaba”, recuerda.
Pedro estaba fuera de control, perdiendo todo lo que amaba por el alcohol. En la Universal encontró la ayuda para superar lo que estaba pasando: “Me hacía daño, un día agarré un cuchillo y empecé a cortarme frente a mi esposa y después quise apuñalarla en el cuello, quería ver sangre.
El quiebre fue cuando empecé a ver el cambio en ella porque estaba yendo a la Universal. Hasta que un viernes entré y fue ahí que me quedé en la última butaca mirando, pensando que estaban todos locos. Pero toqué fondo y reconocí que necesitaba la ayuda de Dios y luché por salir adelante. Le pedí que me ayudara a recuperar a mi familia y Él respondió.
Recuerdo que durante una reunión me quebré y lloré tanto que se me acercó un pastor. Él me orientó y empecé a contarle acerca de mis problemas. Le hablé sobre mi historia y me ayudó. Lo primero que quise fue dejar todo lo que me hacía mal, incluso el alcohol”.
Desde ese momento, su realidad cambió completamente, está sano física y espiritualmente, las heridas del pasado ya no lo afectan y no volvió a usar el alcohol y las drogas para esconder sus problemas.
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