Silvina: “Cuando llegué a la Universal, mi hijo tenía epilepsia. Como si fuera poco, supe que estaba enferma de cáncer en la vejiga. Debía tomar pastillas de por vida porque no retenía el líquido. Eso no era vida.
Cuando se enteraron me despidieron del trabajo y me quedé sin nada.
La relación con mi esposo estaba arruinada, no había diálogo entre nosotros, peleábamos mucho. Prácticamente no podía moverme, estaba destruida. Tuve otro bebé, pero nació con un soplo en el corazón y los médicos me habían dicho que había que operarlo. Hacía lo que no podía. Ya no servía como mujer ni como madre, le dije a Dios: ‘¿cómo pudiste darme un hijo y no me das fuerzas para cuidarlo?’.
Cuando supe que el Señor Jesús podía cambiar mi vida, hice un voto con Él. Ya casi no podía caminar, pero salí a vender ropa. Agarré lo que tenía, y salí llorando a la calle con el carrito del bebé. Me dije a mí misma que si era verdad lo que está escrito, en mi vida tenía que suceder un cambio. Subí al Altar con todo y bajé diferente.
Estoy sanada, no tomo ningún medicamento, hace diez años que estoy bien. Mi hijo no necesitó operarse del corazón y el otro se curó de la epilepsia, los estudios salieron normales.
Mi esposo era empleado, pero hoy trabaja por su cuenta. Gracias a Dios pudimos comprar dos lotes y nunca más volvimos a pasar hambre”.
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La Iglesia Universal del Reino de Dios aclara que todos los conceptos emitidos en este periódico, como en su programación radial y televisiva, en modo alguno deben ser interpretados en desmedro de la medicina, ni de quienes la practican. NO DEJE DE CONSULTAR A SU MÉDICO.
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