Cuando se habla del bautismo en el Espíritu Santo, enseguida viene a la mente del evangélico el hablar en lenguas.
Parece que no hubiera sed de Dios, ni deseo de cambiar de vida y mucho menos de querer ser templo del Espíritu de Dios. Solo ganas de hablar en lenguas.
Esa ambición, supuestamente santa, no tiene nada que ver con Dios. Por el contrario, es pura manifestación de vanidad personal, estimulada por espíritus engañadores. Estos se cuelgan en el espíritu de la emoción y se aprovechan para engañar a los incautos con sensaciones extrañas que culminan en palabras extrañas.
Por eso muchos están en la onda de “caer por el espíritu”, de andar en cuatro patas como el león del zoológico. Esas y otras aberraciones han sucedido justamente por falta de discernimiento espiritual.
El deseo del bautismo en el Espíritu Santo no puede, bajo ninguna hipótesis, tener como objetivo el hablar en lenguas. Si habla, como en el ejemplo bíblico, amén. Si no habla, ¿cuál es el problema? ¿El Espíritu de Dios está limitado a las lenguas extrañas? La falta del hablar en lenguas no puede servir como motivo de duda para el impedimento de la acción Divina.
El bautismo en el Espíritu Santo no es para hablar en lenguas, sino para habilitar a los siervos de Dios a ser testigos de la resurrección del Hijo de Dios en este mundo.
Además, en un mundo podrido e hipócrita, repleto de ofertas camufladas del infierno, ¿cómo discernir el bien y el mal?
¿Cómo saber quién es quién para enamorarse y casarse, según la voluntad de Dios?
¿En qué área profesional seré más útil en el Reino de Dios?
¿Qué iglesia es de Dios?
¿Cómo discernir al falso del verdadero hombre de Dios si todos hablan o predican Su Palabra?
¿Cómo separar a la cizaña del trigo?
¿Cómo reconocer a la voz de Dios de la del diablo?
Esas y otras dudas son claramente eliminadas con el verdadero bautismo con el Espíritu Santo.
¿Quién mejor que Él para guiar a Sus hijos a toda la verdad?
El Señor Jesús dijo:
… cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad… Juan 16:13
Oh mi Dios y mi Padre, en el Nombre del Señor Jesús, guarda a Tu pueblo de los espíritus del anticristo y del engaño.
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