Viendo la novela JESÚS, que es un hito en la televisión brasileña, vemos al Señor Jesús guiado por el Espíritu Santo al desierto, ¿por qué?
Vamos a entender la razón por la que nuestro Señor fue llevado al desierto…
“Pero he aquí que Yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón.” Oseas 2:14
En el libro de Oseas, encontramos a Dios llamando a Su pueblo, que estaba apartado, de vuelta para Sí. El motivo de que el pueblo se hubiera apartado de Dios es el mismo que hace que muchos se aparten en los días de hoy. Es común en las ciudades, con “tantas” cosas ocupando nuestras mentes y tiempo, que encontremos la excusa de que no tenemos tiempo para Dios, para orar, para meditar en la Palabra, en fin, para invertir en nuestra relación con el Altísimo.
Nos ocupamos con aquello que es fútil y con distracciones proporcionadas por internet (ni siquiera es necesario salir de casa), y así terminamos desagradando a Dios por ofrecer una ofrenda como la de Caín.
El apóstol Pablo se refería al peligro de las distracciones hace 2 mil años, cuando no había teatro, cine, internet, medios de comunicación, etc.
“Y esto digo para vuestro propio beneficio; no para poneros restricción, sino para promover lo que es honesto y para asegurar vuestra constante devoción al Señor.” 1 Corintios 7:35
Concluimos que el “desierto” para nosotros, hoy, es el Ayuno de Daniel. Solo aquellos que son guiados por el Espíritu Santo, tal cual el Señor Jesús, aceptan espontáneamente entrar en ese desierto.
Entonces, Dios nos dice lo que normalmente no logra decirnos. Imagínese cuántas cosas quiere decirnos Dios, y terminamos no teniendo oídos para oírlo. ¡Por eso, suceden cosas que no deberían suceder (y la culpa no es de Dios)!
Veamos el ejemplo de Juan el Bautista. Él tenía una de las misiones más importantes en la historia de la raza humana: preparar el camino del Salvador y Señor (Lucas 3:4). Dada la seriedad de su misión, leemos:
“Y el niño crecía y se fortalecía en espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que apareció en público a Israel.” Lucas 1:80
Queridos lectores, siendo así, es una honra que participemos del Ayuno de Daniel o del Desierto de nuestro Señor Jesús. ¡Nuestro crecimiento espiritual es visto a medida que nos tornamos más parecidos a nuestro Señor Jesús!
¡El desierto es bueno!
Colaboró: Obispo Randal Brito