Marcio: “Mi hermano estuvo internado en una granja de rehabilitación y a mi papá lo metieron preso unos 10 años por problemas de adicciones y robos. Crecí con odio hacia él, porque pensaba que no me quería. La mayoría de mis compañeros de la secundaria consumían marihuana y alcohol. A los 15 años me involucré en los vicios. Estaba todo el día en la calle y le mentía a mi madre. Les robaba a mi mamá y a mis hermanos, ellos escondían sus cosas cuando yo llegaba.
Un domingo a la tarde aparecí en mi casa y mi mamá lloraba, eso fue lo peor que me pudo pasar en la vida. La primera vez que la vi llorar así fue cuando mi papá la golpeaba.
Yo conocía la Universal, pero había dejado de ir. Mi madre oraba por mí constantemente. Yo sé que Dios la usó para poder ayudarme.
En un momento me di cuenta que debía volver y lo hice. Gracias al Señor estoy libre de las drogas. Ya no necesito la marihuana, ni el alcohol. Además, mi mamá y mis hermanos volvieron a confiar en mí”.
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