Cuando la persona cree en Jesús, sin fingimiento, se zambulle de cabeza, alma y espíritu en la práctica de la Palabra.
Y una vez sumergida en ese tipo de fe, entonces todas las cosas en su vida permanecen.
El matrimonio, los estudios, la empresa, los negocios, la familia, la paz, la vida y, sobre todo, su Salvación.
En Jesús TODO subsiste. Colosenses 1:17
Todo permanece;
Todo prevalece.
Cuando está en Él, la persona se transforma en una fuente.
En Jesús, no hay ninguna chance de que la fuente se seque.
Pero, claro, cuando no se está en Jesús,
Hay desanimo;
Frialdad en la fe;
Abandono de la fe;
Fracasos y muchas razones, justificativos y “culpables” de la caída.
Cuando no se está en Jesús, cualquier cosita o vientito de problema es motivo para abandonar la fe.
Pero cuando se está en Jesús, pequeñeces, cositas y problemitas son siempre motivos para las reacciones de la fe.
Porque el Propio Espíritu de la fe, en Jesús, se resiste a aceptar cualquier tipo de desánimo.
Por lo contrario, aprovecha los reveses de la vida para reaccionar de forma positiva.
No existe la mínima chance de que los que están en Jesús desistan de la fe o la abandonen.
Cuando estamos en Jesús, Su Espíritu, debido a Su naturaleza, no deja que nadie se seque en la fe. ¡Imposible!
Ni el diablo, ni el infierno, ni el mundo, ni las personas que odian nuestra fe, ni chismes, ni el dolor, ni la enfermedad, ni el marido, ni la mujer, ni los hijos, ni el padre, ni la madre, ni la falta de dinero, nada, absolutamente nada puede influir negativamente para dejar a Jesús.
Porque cuando se cree en Él, de acuerdo con las Escrituras, hay un rebosar de Ríos de risas, de certeza, de convicción, de vida…
Cualquier noticia, sea buena o mala, será motivo para activar el poder de la fe que hay en la fuente.
Es el Océano del Espíritu Santo en nosotros.
Por eso, en Jesús todo subsiste para siempre.