Gustavo: “Tuve una infancia normal, pero no encajaba en mi casa. Siempre vi a los demás como si fueran inferiores a mí. Me costaba relacionarme con otros chicos, no tenía amigos, me aislaba.
Por otro lado, era acomplejado, al mirarme en el espejo me preguntaba por qué no podía ser como el resto. Cuando estaba solo, lloraba.
Yo tenía dolores de cabeza constantes. Mis hermanos sufrían adicciones, mi hermana se escapó de casa y mi mamá estaba enferma del corazón.
Con mis padres pedimos ayuda en distintos lugares, porque mi papá sufría dolores en los huesos. Hacíamos todo lo que nos pedían, pero la situación empeoraba. La plata no alcanzaba, aunque mi padre ganaba bien en el trabajo. Me deprimí, les hablaba a las imágenes religiosas que tenía en casa, les decía: ‘si me muero sería feliz’.
Mi hermano llegó a la Iglesia por la salud de mi mamá, y ella también empezó a ir. Un día, le pregunté a dónde iba, ella me comentó que participaba de las reuniones de la Universal. Al tiempo me invitó para ir un viernes, recibí la oración y fue como si me sacaran un enorme peso de encima. Esa noche dormí como nunca. A partir de ese momento le encontré sentido a la vida, me liberé de todo y logré ser feliz”.
Participe este viernes a las 8, 10, 12, 16 y principalmente a las 20 h en Av. Corrientes 4070, Almagro o haga clic aquí y vea la dirección de la iglesia más cercana a su hogar.
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