“Para que la prueba de vuestra fe, más preciosa que el oro que perece, aunque probado por fuego, sea hallada que resulta en alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo;” 1 Pedro 1: 7
Así como el oro es probado por el fuego para purificarse, el pueblo de Dios pasa por la prueba de fuego para ser purificado de todo lo que no sirve, como dolores, traumas y odio. Sólo así podrá honrar y glorificar al Señor Jesús con su vida.