Nadia: “La violencia siempre existió en mi casa. Todos los hombres con los que mi madre estuvo, fueron alcohólicos. Ella siempre sufrió agresiones físicas por parte de sus parejas. En una oportunidad la tuve que asistir porque sangraba mucho. Luego se descargaba con nosotros, nos maltrataba y nos pegaba, íbamos al colegio con cicatrices. Mi casa siempre fue un infierno, las parejas de mis hermanas se drogaban y también les pegaban, la policía siempre venía.
A los 12 años ya me habían expulsado del colegio y a esa edad, quise matar a mi mamá. Varias madrugadas me levanté, agarré el cuchillo para hacerlo, fui hasta su cama, pero la miraba y no tenía el coraje.
Me fui a vivir a con mi hermana, ahí conocí la marihuana porque ella y su novio fumaban. Tuve problemas y me vi obligada a irme de ahí, a los 14 años.
Me junté con un hombre de 30 años. Con él, plantábamos marihuana para consumir y vender. A los 16 vivía con un hombre de 50 años y probé la cocaína, eso fue mi perdición. Me prostituía por plata y droga.
Toqué fondo cuando me contagié HPV, Sífilis y Hepatitis A. Estuve tirada en cama, infectada, depresiva. Pensé en matarme, pero no me animaba.
En esa situación llegué a la Universal, mi hermana me invitó. Entré drogada a la reunión, pero luché y no bajé los brazos, tampoco dejé de participar.
Gracias a Dios, dejé las drogas y la vida que tenía. Me curé de las enfermedades, hoy soy una nueva persona”, concluye.
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