El Hijo de Dios vino al mundo para hacer la voluntad del Dios Padre y generar a otros hijos de Dios. Los demás hijos de Dios tienen en el Señor Jesús el referente de cómo es ser realmente hijo de Dios. Si el Primer Hijo de Dios vino al mundo para hacer la voluntad de Su Padre, todos los demás hijos de Dios tienen la misma voluntad y determinación.
“Porque he descendido del cielo, no para hacer Mi Voluntad, sino la Voluntad de Aquel que Me envió.” Juan 6:38
Solo los nacidos de Dios son Sus hijos y muestran eso priorizando Su voluntad en sus vidas.
¿Para qué fueron llamados, sellados y escogidos por el Espíritu Santo Noé, Abraham, Moisés, Josué, Jefté, David, los profetas, los apóstoles y cada uno de los que dan continuidad a la predicación del Evangelio? ¿Para servirse a sí mismos? ¿Para conquistar el mundo, satisfacer los deseos de la carne y hacer sus voluntades?
¿Acaso el Señor Jesucristo pagó el precio de la Salvación del alma para que ella disfrute los placeres de la carne en este mundo?
“Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.” 1 Corintios 15:19
Si la fe de alguien está limitada a recibir los favores de Dios para disfrutar este mundo, con certeza, está desdeñando la mayor recompensa Divina: la vida eterna. Ella se convierte en la más digna de conmiseración entre todas las demás criaturas.
Muchos cristianos han insistido en priorizar la fe en las conquistas terrenales a cualquier precio. La fe inteligente es un don de Dios. Es el poder de Dios para llamar a muchos y separar a los escogidos para la Salvación eterna del alma. El objetivo principal de la fe inteligente es el perdón, la justificación y Salvación del alma. Dios no ha prestado Su poder para conquistar solo cosas perecederas, con fecha de vencimiento. Preste atención a lo que el Señor Jesús dice:
“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O que recompensa dará el hombre por su alma?” Mateo 16:26
Claro que todos tenemos que cuidar el cuerpo, mantenerlo limpio y saludable para servir como el Templo del Espíritu Santo. Pero ¿qué es lo más importante, el cuerpo o el alma? El cuerpo, como ya sabemos, tiene fecha de vencimiento, nadie puede librarlo de la muerte. Pero ¿y el alma?, ¿existe fecha de vencimiento para ella? ¡Claro que no! Es eterna. Si va a vivir la eternidad con Dios o con satanás, depende de la elección que cada uno hace AQUÍ EN LA TIERRA.
Quien aplica la fe en la Salvación eterna de su alma es sabio. Quien no lo hace es considerado loco para el Dios Altísimo. El bautismo con el Espíritu Santo es el Sello de propiedad exclusiva de Dios. Quien es bautizado con el Espíritu Santo tiene la garantía de la eternidad de su alma con Dios. Por eso, soporta afrentas, injusticias, persecuciones, y resiste a los pecados hasta la sangre. El motivo por el cual muchos todavía no poseen este Sello de Dios es porque aún no resistieron hasta la sangre, es decir, todavía no sacrificaron toda su carne.
“Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado.” Hebreos 12:4