Andrea Solís: “En mi infancia pasé por una situación traumática. Me convertí en una adolescente insegura, sabía que no estaba bien. Tuve varias relaciones, pero no quería nada serio.
Conocí a un hombre y tuve hijos con él. Pero creía que me engañaba, nos agredíamos de forma verbal y física. Finalmente le fui infiel y él también. Un día me agarró del cuello para ahorcarme, todo delante de los chicos.
Quise separarme, pero él me suplicó que siguiéramos. Dejé a mi amante y me enfoqué en mi familia. En esa época ya conocía la Universal, sin embargo, solo iba a ocupar un lugar y dejé de ir.
A él le ofrecieron vivir en Entre Ríos, vendimos la casa y nos fuimos a probar suerte. Cuando volvimos, no teníamos a dónde vivir. La única comida de mis hijos era al mediodía, en un comedor. Estaba triste, me había querido suicidar dos veces. En una de las oportunidades, discutimos y quise cortarme las venas.
Volvimos a la Universal y conseguí trabajo. Él me propuso matrimonio, al año me enteré de que tenía VIH y yo también. Estaba colmada por los fantasmas del virus. Mi marido dejó de tomar la medicación porque decía que estaba bien. Pero después se deprimió y falleció de una neumonía, murió y el mundo se me vino encima.
Necesité tocar fondo para reencontrarme con Dios. Sentía que podía morir en cualquier momento. Una chica de la Iglesia me visitó en mi casa. Yo estaba en cama, hablamos y me descargué; ahí tomé la decisión de entregarme al Señor. Ese fue mi encuentro con Él, le pedí que me curara por dentro.
Me bauticé en las aguas y recibí el Espíritu Santo. Después luché por mi salud, cuando fui a retirar mis estudios dieron negativo. Toda la vida usé una máscara, oculté el dolor. Pero ahora soy otra persona y tengo una buena relación con mis hijos”.
Si usted quiere comunicarse con nosotros, puede hacerlo llamando al 5252-4070.