Sebastián: “Era una persona nerviosa, agresiva, compulsiva. No me importaba nada, ni siquiera pensaba en mí mismo, porque si lo hubiera hecho, me habría cuidado.
Me involucré en las drogas, empecé a delinquir, lo único que quería era tener plata para satisfacer mis placeres.
La relación con mi familia era un desastre. Les robé y lo peor fue que intenté matar a mi hermana. Finalmente mis seres queridos me dieron la espalda, no me hablaban.
El momento más difícil fue cuando busqué ayuda y no la conseguía, no tenía a nadie. Estaba triste y solo. Toqué fondo, pensé en quitarme la vida, tuve oportunidades, pero no lo hice.
Buscaba problemas porque sentía que nadie me quería. En una oportunidad, me apuntaron con un arma en la cabeza; gatillaron, pero las balas no salieron.
Conocí la Universal porque un día, un joven fue a buscar a otro que vivía frente a mi casa y me invitaron a jugar al fútbol. Yo le dije que no me gustaba ese deporte, que me interesaba cambiar de vida, tener una nueva. En ese momento me invitaron a la FJU.
Fue difícil, estuve durante dos o tres años en un proceso de idas y vueltas. Hasta que asumí la responsabilidad de hacer Su voluntad, abandonar lo malo y comenzar a vivir con Dios.
Me bauticé en las Aguas, tomé esa decisión porque quería entregarle mi vida. Dejé de drogarme, ya no quiero suidarme y superé mi pasado de violencia. Tengo la presencia de Dios que es lo más importante, nada me quita la paz que tengo.
Mi vida económica no depende de los robos, sino de mi trabajo. Estoy en casa, con mi familia, ellos me quieren, me escuchan, somos muy unidos”.
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