Noelia Guzmán: “Soy hija de madre soltera, ella conoció a mi padre en la Universal, quedó embarazaba, pero la relación no era buena. En ese momento mi abuela estuvo a su lado, estaba tan triste que casi me regaló.
Durante mi infancia sufrí baja autoestima por no tener a mi papá. Mis compañeros me miraban con lástima. Dejé de ir a la Iglesia y me volví rebelde. Expresaba mi tristeza con mal humor pero no lloraba delante de mis abuelos.
A los 14 años volví a la Universal, pero sufría problemas espirituales, veía sombras negras. Le tenía terror a la oscuridad. Me acuerdo que un día estaba sentada en mi cama con mi computadora y sentí que alguien me tiró de la pierna. Escuchaba que me llamaban y al darme vuelta no había nadie, me asusté mucho porque nunca me había pasado algo así.
Mis abuelos vivían muchos conflictos. Yo estaba triste, decía que la vida no tenía sentido. A veces subía a la terraza, miraba hacia abajo y decía ‘¿y si salto?’.Pero, sabía que si me hacia daño sufriría mucho más.
A los 14 o 15 años empecé a ir a fiestas y a boliches. Quería ser el centro de atención entre mis amigos, pero no le contaba mis problemas a nadie, creía que se iban a reír. Para mis amistades yo siempre estaba feliz, aunque no era sí.
A los 17 empecé a relacioname con un chico, pero después noté que me quería usar. Eso me entristeció, me pasé mucho tiempo llorando. Ahí dije que me iba a poner firme con Dios. Dejé de lado todo, aunque me costó mucho.
Empecé mi proceso de liberación y cambié, la angustia desapareció. Decidí luchar para tener el Espíritu Santo. Gracias a Dios estoy muy feliz. Me llevo bien con mi familia, pero mi felicidad no depende de nadie”.
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