Eliseo: “Cuando era chico, a veces, no teníamos para comer. Yo iba a la calle, abría las puertas de los taxis y me daban monedas. Ahí conocí a chicos que fumaban marihuana y que se drogaban con pegamento y cocaína.
Mi padre consiguió trabajo, ya no necesitaba ir a la calle, pero estaba enganchado con los vicios. Seguí yendo y la plata que agarraba la usaba para comprar drogas.
Con el tiempo, vi que los pibes robaban. Me di cuenta de que era más fácil conseguir la plata así y empecé a hacerlo.
Conocí las armas y las usaba para robar, todo era para la droga. Caí preso desde chico y comencé a recorrer los diferentes penales. Cuando quería drogas, me cortaba los brazos para que el enfermero me las diera.
Consumí paco y llegué al límite. Terminé en la calle, dormía días. En una pelea me sacaron un pedazo de oreja.
Mi mamá vendió la casa para pagar un Centro de Rehabilitación, pero no cambié.
Mi madre ya no está, pero ella sacrificó por mí en el Altar y vio mi cambio. Mi hermana me invitó a la Universal. Cuando me entregué, todo cambió. Las drogas ya no tienen sentido para mí. Después de haber vivido en la calle, me casé, logré mi casa, un auto y trabajo. Ahora tengo la paz de Dios dentro mío, no me hace falta nada”.
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