La Biblia dice que las personas no deben conformarse con dar los primeros pasos del cristianismo: “Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.” (Hebreos 5:13-14). En la práctica, eso quiere decir que, para recibir las bendiciones de Dios, es necesario ser maduro en la fe. Podemos compararlo con un árbol, que sale de una semilla, le crecen raíces y enfrenta grandes tormentas.
Cuando la Palabra de Dios entra en el corazón de una persona, ella necesita dar frutos. Pero, para eso, es necesario que exista esfuerzo y dedicación por parte del cristiano. Debe cultivar su relación con el Altísimo para superar pruebas, dificultades y adquirir fuerza.
Lamentablemente algunos no murieron, como dice el Señor Jesús: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.” (Juan 12:24).
Antes de servir al Señor, necesita nacer del agua y del Espíritu, como explica el Obispo Macedo: “No es posible servir a Dios sin haber nacido de Él. Solo el Espíritu Santo puede revelar Su voluntad. Por eso el siervo debe ser generado por Él, así se convertirá en la semilla de Dios en la tierra. Para que suceda, tiene que seguir los pasos de Jesús. Si no mueren para sí y para el mundo no podrán generar a otros”, concluyó.
Para lograr el crecimiento espiritual es importante frecuentar las reuniones, leer la Palabra, orar, ayunar, sacrificar, evangelizar y sobre todo, ser un hijo de Dios tanto dentro como fuera de la Iglesia.