Según un relevamiento de la Confederación General Empresaria de la República Argentina (CGERA); en los últimos tres años, dejaron de existir más de 11 mil pequeñas y medianas empresas. Eso implicó el cierre de 10 pymes por día, algo que derivó a su vez en la pérdida de unos 197 mil empleos en el ámbito industrial.
El vicepresidente de CGERA agregó: “A veces las pymes tratan de aguantar, pero uno se termina comiendo el capital; acaba quebrando o echando a la gente con la que conviviste y creciste”.
Eso fue lo que le pasó a Hugo Ortiz, en el momento más difícil de su vida: “Soy técnico naval, había abierto un estudio y contraté empleados. Al principio todo iba bien”.
Él estaba preocupado, la subsistencia de otros dependía de su pyme: “Trabajé mucho, pero sin la protección de Dios, nada salía. Se juntaron las deudas, los sueldos”.
Como si fuera poco, él prestó dinero que no le devolvieron. La ira no lo dejaba razonar: “Pensé en accionar, incluso en matarlo. Vivir así me costó caro, no dormía”.
Un último intento
Hugo intentó estabilizarse, formar pareja, pero las relaciones no duraban y se abocó a su trabajo: “Mis empleados ganaban más que yo. Trabajaba todo el año, pero no tenía plata. Al final, me vi cerrando el estudio, estaba estresado, oprimido.
Debía echar gente, eso fue terrible porque eran familiares y amigos. Toda la vida había tratado de ser una persona de bien, pero no estaba dando resultados. Entendí por qué muchos se deprimen y se suicidan.
Así llegué a la Universal, iracundo, desesperado y sin un centavo. Participé de las reuniones del Congreso para el Progreso y fui agregando otros días. No me costó entregarme, estaba al límite. No era para probar suerte, necesitaba resultados. Aprendí que con la presencia de Dios, tenés problemas, pero estás en paz. Eso es más importante que pagar las deudas. Sabía que Él me iba a ayudar, ya no estaba frenético. Supe que la verdadera prosperidad es otra cosa, es tener éxito, hacer lo que a uno le gusta, vivir un matrimonio bendecido, no solo lo económico. Algunos tienen dinero y perdieron a su familia o no tienen salud. Yo llegué buscando arreglar mi problema económico, pero Dios me dio todo.
Recuperé mi estudio y ampliamos los servicios. Con mi esposa, compramos la camioneta que queríamos, incluso tenemos nuestra lancha. Dolarizamos todos los presupuestos, para mí eso es importante, ya no me preocupa la inflación. A pesar de que pasamos por un momento muy difícil en el país, yo continúo trabajando. Mi mente se abrió, hoy me doy cuenta de qué es lo más importante, busco a Jesús porque Él me dio una vida plena”.
Si usted quiere comunicarse con nosotros, puede hacerlo llamando al (011) 5252-4070.