Verónica Di Rosso: “Mis padres se separaron cuando yo era chica y me deprimí, vivía llorando. Por otro lado, recuerdo mi infancia con enfermedades simples, pero recurrentes, ataques al hígado, otitis y perforación de tímpano. En la adolescencia, me daban ataques y no quería salir, tenía muchísimos complejos. A lo anterior se sumó el problema de cervical, no había medicación que me aliviara el dolor. En consecuencia, mi carácter cambió para mal, era una bruja en el trabajo.
Busqué ayuda en diversos lugares, pero no encontraba un norte para mi vida. En lo sentimental estaba frustrada y no pude ser feliz. Estaba tan mal que, durante una discusión, entré al baño, tomé todo lo que había en el botiquín aun así, no funcionó. Después intenté cortarme las venas. También quise ahorcarme, al final solo me quedaron las marcas. En otra oportunidad, agarré un revólver, aunque no pude disparar. Siempre pensé que por cobarde no me había suicidado.
Mi mamá ya concurría a la Universal, entonces fui y ese día, lloré como nunca, pero me sentí bien. Estuve un año y medio yendo solo para casarme. Sin embargo, mi exmarido me engañó y se terminó la relación.
Con el tiempo, perseveré, superé la depresión, la tristeza y estoy sana. Lo importante fue el cambio interior, fui bautizada en el Espíritu Santo. Después, tomé decisiones en mi carrera, conocí a otra persona y hace tres años que estamos casados”.
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