Macarena Azura no imaginaba lo lo que estaba a punto de vivir. “Fui al médico clínico porque tenía fiebre. Poco después empecé a tener dolores de cabeza. El médico me diagnosticó anginas, me medicó, pero el dolor se agravó”, recuerda ella.
Lucy, su madre, decidió hacer una segunda consulta: “La llevé a un hospital cerca de casa y me dijeron que era meningitis. Le hicieron una punción lumbar y detectaron sangre, pero no notaron que provenía del cerebro. Decidí intentar en otro lugar.
La peor noticia
En la última clínica supieron que mi hija había sufrido un ACV hemorrágico, su cerebro estaba inundado de sangre. La llevaron a Terapia Intensiva y siguieron haciéndole estudios. Me dijeron que había que operarla sí o sí”.
“Estuve 12 días internada en Terapia Intensiva y los médicos no le daban pronósticos positivos a mi madre, decían que la sangre no se iba a reabsorber, que debían operarme. Tampoco le daban garantías sobre el estado en el que quedaría tras la intervención. Los riesgos eran muy grandes, podría quedar ciega, hemipléjica, sorda, muda, incluso ya tenía problemas para hablar”, afirma Macarena.
Lucy no se resignó a la respuesta de la medicina. No tenía nada que perder, solo pensaba en recuperar a su hija: “Yo ya concurría a la Universal y por eso decidí hacer un voto con Dios en el Altar, participando en la Campaña de Israel. Le dije que no quería que a mi hija le tocaran la cabeza. Mis palabras fueron ‘me diste una hija sana, la quiero de vuelta’. Y en el Altar encontré la respuesta”.
Al día siguiente, Macarena empezó a mejorar, la sangre comenzó a reabsorberse, y los médicos se sorprendieron; no necesitó la operación: “Le cambió el semblante. Luego le hicieron una angiografía y dijeron que ella no tenía nada, ni una vena mal. Solo quedaba una cicatriz muy pequeña, que era de donde se había producido el derrame”.
Hoy, gracias al Señor, ella está bien, no toma medicación, los estudios salen perfectos. Tiene proyectos, es una chica sana, tal como le pedí a Dios que me la devolviera”, finaliza Lucy.
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