Muchas personas no entienden que el secreto y la grandeza de la fe es creer. Así, lo merezcan o no, reciben el cumplimiento de lo que se les prometió. La fe no es algo delicado, sino bruto.
A veces, la persona piensa que, por el hecho de ser religiosa y frecuentar una iglesia, ya cumple con sus obligaciones y tiene derechos delante de Dios. Sin embargo, solo tiene derechos en su vida cuando cree en lo que hizo el Señor Jesús. Y esto es muy personal e íntimo.
Muchas personas, por ejemplo, tienen al Espíritu Santo y enfrentan problemas o enfermedades, y entonces surge la pregunta: ¿cómo podemos creer que la Presencia de Dios y la aparición de una enfermedad sean compatibles? Esto es para que no olvidemos de que estamos hechos de barro. No obstante, con la verdadera fe, independientemente de la situación, recordamos determinados derechos que tenemos, como la salud física, por ejemplo.
Aun en los días de Juan el Bautista, el Señor Jesús señaló que el Reino de Dios se toma por esfuerzo y violencia (Mateo 11:12-13). Es decir, es necesario que seamos violentos con nosotros mismos para poder tomar posesión de lo que es nuestro por derecho. Los que creen aplican eso en sus vidas, están seguros de esa realidad y toman posesión de la promesa. Esta herencia no se asienta en un Registro Civil, sino en el Libro de los Cielos, porque Jesús llevó sobre Sí nuestros dolores, nuestras enfermedades, nuestras maldiciones y nuestros pecados.
Dios sigue siendo el mismo y todos los que crean y sean violentos recibirán el cumplimiento de lo que el Señor Jesús prometió. Obtendrán esa promesa al usar la fe agresiva, que va en contra de nosotros mismos, de la ciencia y de las circunstancias.
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