“Habló más el Señor a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel, diciendo: Ninguna grosura de buey ni de cordero ni de cabra comeréis. La grosura de animal muerto, y la grosura del que fue despedazado por fieras, se dispondrá para cualquier otro uso, mas no la comeréis. Porque cualquiera que comiere grosura de animal, del cual se ofrece al Señor ofrenda encendida, la persona que lo comiere será cortada de entre su pueblo. Levítico 7:22-25
El versículo citado es una de las órdenes de Dios a Su pueblo, transmitidas por medio del profeta Moisés, cuando vagaban por el desierto rumbo a la Tierra Prometida. Algunas de esas leyes son obedecidas por los judíos hasta hoy. La salud es importantísima para el pueblo judío, y todo lo relacionado a la salud también, por ejemplo, la higiene.
Los hebreos necesitaban resistencia y energía para la larga caminata que era prácticamente diaria. Por ese y otros motivos continúan, en lo que respecta a la salud, las reglas citadas por Dios hasta en los mínimos detalles: qué comer, qué no comer, el debido descarte de heces. Incluso la circuncisión, además de su significado religioso, tiene como objetivo facilitar la limpieza local, evitando enfermedades bastante serias.
Sobre la grasa en especial, la Biblia ya describía hace más de 3 mil años y medio, algo que hoy cualquiera sabe. No es necesario haber estudiado medicina para tener noción de que el consumo exagerado de grasa provoca obesidad, que al mismo tiempo origina otros males, como problemas cardiovasculares, presión alta, y el surgimiento o agravamiento de la diabetes. Aún personas delgadas pueden tener estos problemas devenidos del consumo de comida grasa en exceso.
Este es uno más de los innumerables casos que la ciencia actual puede comprobar de los escritos bíblicos.
El cerdo es un animal considerado “inmundo” por los judíos, y una de las causas ha sido el vínculo directo que tiene a la gran cantidad de grasa. Moisés tenía noción de los malos hábitos alimenticios que habían adquirido de los egipcios en varias generaciones, mientras fueron esclavos en aquel reino. Cada tanto, reclamaban: “Y decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano del Señor en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos.” (Éxodo 16:3). Después que salieron de Egipto, el profeta buscó restablecer la salud de su pueblo, por orden divina.
La regla milenaria advertía de los males causados por el llamado “colesterol malo” (o LDL), como la arteriosclerosis, que puede terminar en infartos. También es cierto, que aunque no se llegue a tal extremo, la obesidad es la puerta de entrada a otros problemas físicos y psicológicos, como la disminución de la autoestima, que causa serios y constantes perjuicios a la calidad de vida. El propio Dios advertía a Su pueblo antes de la era de los grandes vehículos de la comunicación y del desarrollo de la medicina.
Aunque la grasa en niveles aceptables sea beneficiosa para el cuerpo; su exceso siempre fue señal de problemas. Hoy, no se la encuentra solo en la carne y sus derivados, también está presente en las frituras, galletitas, dulces, leche y sus derivados, y muchos otros productos, en su mayoría industrializados.
Por ese motivo, la dieta judaica tiene sus restricciones, siempre con el objetivo de cuidar la salud: es la conocida como alimentación “casher”, o “kosher”, palabra hebraica que significa “adecuado”. Y, al contrario de lo que algunos pueden pensar, la comida casher no es solamente saludable, también es muy rica en platos muy sabrosos y vistosos. Hechos con máxima higiene y esmero, es un éxito en todas las mesas de las familias judías (como lo muestra la foto).
Preocupación por los datos actuales
La Organización Mundial de Salud (OMS) órgano de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), divulgó recientemente una investigación con resultados preocupantes y mucho más cerca geográficamente de lo que esperábamos.
Hoy cualquier persona frente a una computadora, un televisor, escuchando una radio o leyendo revistas, libros y diarios tiene acceso a esa información, y aun así continua comiendo grasas en exceso. Esto puede ser bastante agradable ahora, pero se cobra un alto precio de su salud en el futuro.
Hace más de 3 mil años, sin los medios de comunicación con los que contamos hoy, cualquier hebreo camino a la Tierra Prometida (un pueblo nómade, sin las comodidades ni la seguridad de una casa fija) seguía reglas que garantizaban una vida satisfactoria en cuanto a lo físico y psicológico.
Con Dios, de cuerpo y alma
Los judíos tenían, y algunos continúan teniéndola, una relación día a día con Dios, pero no lo hacían solo en la hora de la oración o cultos formales. El cristianismo también predica esta relación de cuerpo y mente en lo cotidiano con Dios. Pero al estar con un cuerpo limitado por la obesidad, que facilita el surgimiento de enfermedades serias, además de estar con el alma en conflicto, con baja autoestima y siendo objeto de discriminación, afectaron esa unión orgánica con el propio Creador.
Eso comprueba que el antiguo precepto de los judíos también debería ser seguido por los cristianos, lo cual está en el Nuevo Testamento, en las palabras escritas por Pablo de Tarso, en una de sus famosas epístolas al pueblo de Corinto: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” 1Corintios 6:19
El apóstol, un ex judío convertido al cristianismo, ya mostraba que aunque el espíritu tuviera que ser privilegiado, el cuerpo también era muy importante, pues dependemos de este durante toda nuestra existencia terrena, en la cual fuimos puestos para servir a Dios. Y es mucho mejor servirlo con una salud resistente a las enfermedades, siendo saludables y estando satisfechos con nuestra salud. Las enfermedades pueden alcanzar a cualquier persona. Los milagros son gracias divinas para curar. Aun así, es mucho mejor cuidar lo que Dios nos dio, antes que pedir un milagro por algo malo que sucedió solo por habernos descuidado.
Prevención
Aunque hoy se habla mucho de prevención, en toda la historia, la salud nunca estuvo tan descuidada a nivel mundial. Sin embargo, hace 3 milenios y medio no solo se hablaba sino que se practicaba diariamente, obedeciendo reglas muy simples. Más que hablar u oír, actuaban.
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