“Obispo, mantengo una relación con una convivencia muy turbada desde 1999, año que conocí a mi compañero. Sucedió que desde el 2004 busqué ayuda espiritual en la IURD y después empecé a ir a otra iglesia. Fue así que aprendí que hay una guerra del mal contra mi vida, incluso de parientes de mi compañero.
Ya nos separamos innumerable cantidad de veces, porque él siempre aparece con otra mujer. Obispo, él dice que me ama y que precisa a su familia, pero cuando acepto volver, todo empieza otra vez. Vuelve a salir con sus amigos a tomar, peleamos y sufro muchas humillaciones.
Estoy a punto de enloquecer, tengo pesadillas, no tengo paz dentro de mío y pienso en desaparecer. Preciso ayuda, ya que voy a los cultos, leo la Palabra, busco andar correctamente delante de Dios, pero no cambió nada. ¿Qué debo hacer? Ayúdeme, por favor. Rose.”
Respuesta:
Vea bien Rose, por más sincera que sea usted, aunque vaya a las reuniones y lea la Palabra entre tantas otras cosas, usted aun no tuvo un encuentro real y verdadero con el Señor Jesús. Usted afirma que busca andar en el camino, de acuerdo a la Palabra de Dios; sin embargo mantiene una relación con una persona incrédula desde 1999, que toma, la humilla y a quien se somete, hasta hoy, en detrimento a la voluntad de Dios. Usted cambió de iglesia, pero los problemas, tal vez, hayan aumentado. ¿No es verdad?
Preste atención, hija, su vida solo podrá cambiar cuando usted cambie. Jesús no es un mozo, que está siempre listo para servir a la gente, Él tiene que ser, en primer lugar, Señor y después, Salvador. Sin embargo para que eso ocurra, Jesús tiene que ser el primero en su vida. Hoy, la situación es inversa porque usted puso a su compañero en el altar (en el lugar de Jesús), al punto de estar perturbada por los problemas que le trae. Usted está actuando por la emoción, por la carne y consecuentemente, dejando de actuar su fe.
Despierte mientras hay tiempo, Rose, y haga una cadena de liberación por esa persona, pero no se deje contaminar. Aceptarlo tal cual está va a traerle más decepciones.
“Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.” (Juan 12: 26) Esa es la promesa hecha por Dios en Su Santa Palabra. Espero que Dios le dé Su Espíritu de Sabiduría y fuerzas para ejecutar Su dirección.