El arma de Dios es la Palabra.
El arma de Satanás también es la palabra.
La Palabra de Dios produce fe. Es espíritu y vida.
La palabra del diablo produce dudas. Es mortal porque con ella surgen los miedos, las preocupaciones, la ansiedad, los recuerdos de los traumas del pasado, la angustian, en fin, todo lo que es nocivo al ser humano.
Mientras que la Palabra de Dios levanta al caído, la del diablo derrumba a quien piensa estar de pie.
La Palabra cristiana cura, anima, sustenta, trae paz, esperanza, empuja a la persona hacia el futuro.
La palabra diabólica duele, desanima, separa, abate, constriñe, crea envidia, trae celos, suscita traiciones, demandas, promueve las injusticias, la prostitución, roba, destruye, mata, en fin, estimula los males.
La naturaleza humana está siempre en conflicto entre la razón y la emoción: espíritu vs. carne, o fe vs. sentimientos. La Palabra de Dios despierta la razón; el consejo del mal despierta la emoción.
La pregunta es:
¿A qué consejo le ha prestado más atención?
¿Al Espíritu de Dios o de los sentimientos?
¿Al de la fe o al de la duda?