Antes que la cultura en general adhiriera a la higiene y a la cuarentena, los israelitas del Antiguo Testamento ya las practicaban como ley
Toda cama en que se acostare el que tuviere flujo, será inmunda; y toda cosa sobre que se sentare, inmunda será.
Y cualquiera que tocare su cama lavará sus vestidos; se lavará también a sí mismo con agua, y será inmundo hasta la noche.
Y el que se sentare sobre aquello en que se hubiere sentado el que tiene flujo, lavará sus vestidos, se lavará también a sí mismo con agua, y será inmundo hasta la noche.
Asimismo el que tocare el cuerpo del que tiene flujo, lavará sus vestidos, y a sí mismo se lavará con agua, y será inmundo hasta la noche.
(Levítico 15:4-7)
En los tiempos bíblicos, muchas enfermedades aún no tenían cura. Y aunque la tuvieran, el temor a que se diseminasen hizo que los israelitas, por medio de órdenes divinas dadas a los profetas y transmitidas al pueblo, obedecieran las reglas de higiene y salud como leyes. El versículo de Levítico muestra dos de esos procedimientos que hoy son básicos, en lo referente a los cuidados médicos: la asepsia y la observación clínica.
Era ordenado que el enfermo quedara aislado de los demás saludables, para evitar el contagio – base del principio llamado hoy de cuarentena. Los textos bíblicos también hablaban respecto a los residuos que ofrecieran peligro biológico (hoy representados por el símbolo de la ilustración principal).
Tanto el enfermo como sus objetos de uso personal y vestimentas se lavaban cuidadosamente. Quien los tocara (o tocara cadáveres) debería obedecer los mismos procedimientos. Además quedaban aislados hasta que la cura fuera comprobada y pudieran regresar socialmente, sin peligro de contagio.
Los “médicos y enfermeros” de la época de los hebreos que rumbeaban por el desierto hacia la Tierra Prometida eran sacerdotes y levitas del Tabernáculo. Eran como los agentes de salud de hoy, que no sólo cuidaban de los ya enfermos sino que enseñaban a todo el pueblo las medidas de prevención.
Se llegaba a castigar a quien no obedeciera y pusiera en riesgo la salud de la nación. Por su condición de nómades, una epidemia podría ser el final de todos.
Así como las personas enfermas eran higienizadas, sus pertenencias eran desinfectadas, incluyendo en ese procedimiento los objetos de aquellos que morían. Los que entraban en contacto con ellos también obedecían al aislamiento, hasta que fuera certificado que no presentaban ningún síntoma ni adquirieran cualquier tipo de infección.
La base de la cuarentena
El enfermo, aún después de sentirse mejor, quedaba en observación:
“Cuando se hubiere limpiado de su flujo el que tiene flujo, contará siete días desde su purificación, y lavará sus vestidos, y lavará su cuerpo en aguas corrientes, y será limpio.” (Levítico 15:13)
En algunos lugares llegaron a existir las llamadas “leproserías”: quien presentara enfermedades serias y visibles (como la cruel enfermedad de Hansen) era aislado en comunidades distantes de las ciudades. Y varias de estas enfermedades eran contagiosas e incurables.
En realidad, la palabra “lepra” se refería a cualquier problema de salud que causara una alteración drástica en la piel; no era solamente la enfermedad de Hansen. Los “leprosos” eran muy temidos y discriminados.
Salud y Ley
El hábito de lavarse las manos, bañarse y mantener sus pertenencias limpias se volvió algo común entre los israelitas y se impusieron como verdaderas leyes, previstas incluso en castigos para quien no las obedeciera. Vistas por muchos como reglas ceremoniales, eran, en realidad, medidas sanitarias de gran importancia (como las seguidas hasta hoy en el caso de la comida kosher de los judíos, donde la calidad y la higiene son imprescindibles).
Tales conceptos de salud ya estaban registrados en la Palabra Sagrada desde el tiempo del Antiguo Testamento; la mayoría de los pueblos alrededor del planeta no los obedecía (o no obedece hasta hoy), y algunos no tenían idea. Alrededor del siglo 18, alguna de esas reglas (solo algunas) fueron instituidas en la práctica medicinal. Aun así, las enfermedades infectocontagiosas mataron billones de personas.
En realidad, los procedimientos básicos de limpieza del ambiente de clínicas y hospitales, además de la ropa y utensilios usados al descartar residuos e instrumentos, solo se transformaron en padrón a partir del período pos Segunda Guerra Mundial. Hasta entonces, las condiciones de asepsia eran soportables.
Si la Biblia fuera vista con respeto y si los pueblos hubieran seguido sus preceptos y tuvieran contacto con la Sagrada Escritura a lo largo de los milenios, muchas grandes epidemias podrían haber sido evitadas. La negligencia hacia la Palabra costó billones de vidas y mucho sufrimiento físico y psicológico a lo largo de los siglos.